viernes, 6 de julio de 2018

Sobre la caída de Ícaro

Más de una vez escuché que "la culpa no puede caer en el suelo". A mi juicio, por un lado y a la luz del psicoanálisis, la afirmación significa: pocos son los que aceptan sus propios errores. En tal situación es más fácil lanzarlos a lo lejos, echarlos a volar fuera de uni mismo. Es lo que en psicología se denominada PROYECCIÓN. ¿Qué es lo que proyectamos sobre personas u objetos? Pues todo aquello que molesta a una consciencia unilateral y rígida. Sea en uno mismo o en los demás.

Como el vuelo mismo, la proyección es un hecho natural y nos afecta a todos más o menos por igual. Sin embargo, aunque el vuelo existe en la naturaleza, el hombre no puede volar por sí mismo, necesita de un vehículo, un artificio para llevarlo a cabo. Esto habla del poder ostentado por el ingenio, de la dinámica del intelecto.

Sólo al concentrar y unificar la psique es posible retirar (aterrizar) la volátil proyección. En este sentido nos ilustra la leyenda sobre la caída del intrépido Ícaro. Sirvióse de un artificio (las alas que construyera su padre Dédalo) con la intención  de remontar el vuelo hasta el mismo Sol. El calor del astro rey (símbolo de la solificatio) terminó por derretir la cera que servía de ligamento a las plumas. Y es aquí (en presencia de la luz, del auotoconocimiento) cuando se producía la "caída de Ícaro", de eso fatuo y volátil en el ego.

Es así, tras un auténtico reconocimiento, que la culpa puede "caer en el suelo" con lo cual conseguimos retirar la proyección.